NORMALIDAD

Poco a poco vamos volviendo a la normalidad, al que hacer rutinario, a retomar el horario habitual de nuestras ocupaciones o de nuestros ocios según le toque a cada uno.
Estos cinco días que separan el año nuevo con el de Reyes, son lo mas parecido a una puesta a punto de desintoxicación festiva para afrontar el futuro huérfano de celebraciones, puentes laborales y otras excusas propicias a la molicie.

Mi compañero e inseparable mascota no entiende de fechas excepcionales ni de horarios disparatados, de las idas y venidas familiares que alteran su tranquila existencia, de niños pequeños que lo asedian constantemente para que se incorpore a sus juegos. También el desea a su manera la paz cotidiana y volver a pasear a las horas a que está acostumbrado; en su mirada se refleja el agradecimiento por volver a la normalidad.

A pesar de retrasar una hora el diario paseo matutino, es necesario a tan temprana hora, enfundarse los guantes y rodear el cuello con una bufanda para protegerse del gélido amanecer de mi barrio. El termómetro de la farmacia es mi primera referencia y casi siempre marca alrededor de los 3º.

Después de cumplir con mi obligación con Rohn y tras el desayuno que compartimos cotidianamente a su entera satisfacción, pongo en su conocimiento que voy a tener que ausentarme para efectuar algunas diligencias que me mantendrán ausente parte de la mañana. Con una mirada aprobatoria, asume el papel de guardián de nuestro hogar.

He pasado por la ferretería para comprar unas bombillas, por el estanco para proveerme del vicio, por La Caixa para actualizar la libreta, por la Agencia Tributaria a recoger un certificado, por una copistería para copiar por triplicado el certificado y el DNI, por una tienda de todo a cien “china”, por una floristería para comprar tierra vegetal y al final por la farmacia para que me tomen la tensión arterial.

Después de tan maratoniano recorrido, la tranquilidad del hogar es mas patente que nunca y empiezo a disfrutar de la vuelta a la normalidad.