LA CARTA
Todos hemos tenido una infancia, todos hemos escrito la carta a los Reyes Magos, todos hemos recibido unos regalos que casi siempre han colmado nuestras peticiones.
En mi lejana infancia acostumbraba a empezar a hacer un borrador de la carta al final de las vacaciones de verano, allá por el mes septiembre. Ese era el primer paso de lo que sería al final la verdadera carta que escribiría definitivamente a primeros de año.
Acababa de cumplir ocho años y del regalo que recuerdo por encima de cualquier otro, fue una mesa escritorio destinada para hacer mis deberes escolares a la luz de un petromax, en la época de las restricciones eléctricas. Supongo que iría acompañado de algún juguete del que no tengo evidencia.
El mejor de todos fue al cumplir los once y ya sabiendo la paternidad de los magos monarcas. Estaba guardado bajo llave en una habitación desde hacía varios días y yo aprovechaba cualquier descuido de mis padres para mirar por el ojo de la cerradura y extasiarme con la imagen de una bellísima bicicleta de color azul que con todo su esplendor se mostraba ante mis ojos.
Con el paso de los años me ha tocado hacer de Gaspar para mis cinco hijos y han sido horas inolvidables de buscar los regalos que con tanta ilusión pedían en sus cartas. El papel de Melchor siempre lo ha asumido su madre, auténtica reina en lo concerniente a saber encontrar lo adecuado para ellos y acertar en sus deseos.
Ahora volvemos a revivir el papel de portadores de ilusión con nuestros nietos y disfrutar junto a ellos los mágicos momentos del día de Reyes.
Mi carta como siempre será el deseo del triunfo del amor, de la paz, de la concordia, de la amistad, del respeto, de la tolerancia, de la educación, de la cultura y de todo aquello que involucre al ser humano por un futuro mas feliz.
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