29.12.04

TALL BRITANIC



El falso abeto continúa orlado con sus intermitentes lucecillas de variados coloridos y secuencias lumínicas, alargando por unos días el espíritu de las pasadas fiestas navideñas.
De igual manera que antaño permanecía el belén hasta pasada la festividad de Reyes, ahora es el pseudo arbusto el que preside los ritos importados por la sociedad de consumo y a cuyos pies insaciables hay que rendir el culto del regalo

En mi ya lejana infancia, la gran ilusión empezaba al escribir la carta a los Reyes esperando ver cumplidas algunas de las peticiones que con toda certeza esperaba se cumplieran. Siempre me conformé con los esquilmados regalos recibidos de unos apurados monarcas que hicieron lo que pudieron en tan tristes circunstancias.

Actualmente la sociedad está inmersa en la escalada del regalo obligatorio, le falta la ilusión del caballito de cartón y del tren de hojalata. Hay que comprar lo que sea para el que tiene de todo. Eso no es ilusión, esa es una necesidad de convertir al niño en un futuro Pantagruel de los centros comerciales.

Siguiendo en cierto modo la tendencia del regalo nórdico para estar al día, decidimos comprar algunos pequeños presentes para los nietos que ilusionados esperaban aparecieran en el hogar de los abuelos.
La oferta en nuestro barrio abarca desde las tiendas de todo a un euro, regidas por amables hijos asiáticos, hasta el bazar nacional de La Caixa con sus puntos Estrella que hacen posible a través de tu tarjeta pensionista, poder escoger mil y un artículos como si del Tall Britanic se tratara.

Asumo los nuevos tiempos, las nuevas tecnologías, los nuevos métodos comerciales, pero jamás serán iguales al calor humano que transcendía del trato personal con tu habitual comerciante dedicado cada uno a su puntual actividad.

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