4.11.04

ALDEA DEL PARDILLO



Llevamos desde media tarde echando unas partidas en el tele club. Todas las mesas están ocupadas, unos juegan al mus, otros al subastado, algunos al domino y un par de mozos andan enfrascados ante un tablero de ajedrez, la estrategia de la próxima jugada.

La mayoría somos hombres y sólo una mesa está ocupada por mujeres que inmersas en sus comentarios, hacen caso omiso de lo que les rodea.

La ocasión no es para menos. Hoy juega el Barça y el partido se va a retransmitir por la TV. Como es habitual, la parroquia está dividida en dos bandos. Unos a favor de los azulgrana deseando que gane y los otros incordiando con la esperanza de un tropiezo estrepitoso.















Los refrescos, la cerveza y el Rioja han desplazado de las mesas cartas y fichas. Las bandejitas con aceitunas, patatas fritas y boquerones en vinagre ( obsequio de la casa ), comparten mesa con las bebidas. En el arcón frigorífico, esperan seis botellas de cava siempre dispuestas para su descorche si así lo requiere el resultado final.

Comienza el partido. Expectación contenida. Primer disgusto, nos han marcado un gol prematuramente. Rostros cariacontecidos los de los “culés”, sonrisas sarcásticas los “contras”. Goooool ¡!!!! Ya llegó por fin el empate. Renace la esperanza. Faltan tres minutos para el final y parece que esto va a quedar tal cual.

A un minuto del pitido final, llega la jugada magistral, la izquierda del brasileño dispara con fuerza el balón introduciéndolo por bajo a la derecha de la portería.
Aún resuena el eco de la mágica palabra que nos ha dado el triunfo.
El cava acompaña con sus ascendentes burbujas doradas, los brindis de los enfervorizados barcelonistas, los otros declinan participar del acontecimiento en espera del próximo partido.

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