9.10.04

Es sábado a primera hora de la mañana. Cogemos el carrito de la compra para encaminarnos hacia el super donde habitualmente adquirimos lo necesario para nuestra subsistencia. El recorrido es bastante largo, pues el que nos surte de los productos que preferimos por sus marcas, nos queda un poco alejado.

A pesar de que acaban de abrir, por los pasillos entre las estanterías circulan varios clientes escogiendo los productos y depositándolos en el armatoste con ruedas del que previamente nos hemos provisto en la entrada.








Después de una hora dando vueltas por el laberinto y parando ante todos los mostradores, enfilamos hacia la caja. Sólo hay una disponible y en la cola somos los sextos. Otro cuarto de hora hasta que nos llega el turno.
Ahora toca entrar en el establecimiento especializado en congelados, seguidamente en la panadería y una vez lleno hasta los topes nuestro carrito, emprendemos el regreso a casa.

El itinerario a recorrer es arduo y accidentado, pues hemos de pasar por una calle que continúa adoquinada desde hace cien años por lo menos.








La calzada es estrecha pero lo peor son sus aceras, en las que en el mismo centro continúan instalados los postes que dan soporte a los cables aéreos de la luz y teléfono.
Todos estos obstáculos convierten el recorrido en una auténtica gimcana alimentaria/doméstica.Todo éste barrio está afectado por la remodelación que ya tienen decidida, pero que no sabemos cuando llegará. Mientras tanto continuaremos haciendo el salto de obstáculos.

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