3.9.04

Ocurrió en 1961.
Por aquellas fechas yo ya salía regularmente con mi novia desde primeros de año. De mis entrañables amigos, compañeros de múltiples aventuras en los últimos cuatro años, solo nos veíamos de vez en cuando. Cada uno de ellos se buscaba la aventura femenina allí donde podía, pero ninguno de ellos iba en serio como era mi caso.

Un fin de semana, Manolo y Juan, decidieron que como lo de ir a por las turistas ya se había agotado, pues el verano hacía cuatro días se había despedido, probaron por acercarse hasta Sitges donde aún holgazaneaban las últimas féminas de allende los Pirineos.









Los detalles de su estancia en la Blanca Subur y los éxitos que pudieron conseguir, nunca llegué a saberlos. Apurando como siempre las últimas horas, emprendieron el regreso a Barcelona hacia las diez de la noche.









Iban los dos montados en la Vespa de Manolo









y enfilaron la carretera de las Costas de Garraf. Llevaban recorridos pocos kilómetros, cuando empezó a descargar una fuerte tormenta, las típicas por aquí en éste mes, y para resguardarse lo hicieron en un puesto que la Cruz Roja tenía en lo alto de la carretera. Era una pequeña caseta con una litera y pensaron descansar en ella hasta que amainara. Se tendieron sobre ella uno frente al otro. Afuera en la negra noche, un rayo descendió en ese punto tan destacado y penetró fulminando instantáneamente a Manolo. Juan casi no sufrió lesión alguna.


La naturaleza jugó su apuesta y le tocó a Manolo. Hoy en su aniversario le dedico como siempre mi mas emocionado recuerdo.

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