25.5.04

Tradicionalmente, los lunes es el día mas antipático de los siete escalones que cada semana hemos de iniciar laboralmente. En mi caso, ya que no estoy sujeto a tales menesteres, lo he recibido con gran alivio tras la inenarrable semana de fastos y obsesiones monárquicas con las que nos han torturado por todos los medios habidos y por haber. Si hay alguien que se dedique a hacer una estadística de los que no vieron el dichoso evento, que me apunte a la lista.










Hace años, cuando mis hijos aún eran pequeños, el presupuesto para comprarles la ropa y el calzado era mas bien escaso. Hubo un tiempo en que todo éste apartado lo solucionamos a través de un representante de tiendas infantiles, con el cual teníamos una cuenta abierta en la que iba cargando las compras que regularmente teníamos que hacer y para el pago de éstos gastos se presentaba semanalmente para el cobro de una cuota. Cuando todos los lunes por la noche llamaban a la puerta ya sabíamos que era el señor de la ropa.
Mas adelante, cuando empezaron a circular las tarjetas de crédito, fuimos de los primeros en tener una de los almacenes Sears y las visitas de los lunes se transformaron en el envío mensual por correo del tanto por ciento de la siempre completa cuenta que manteníamos con ellos.









El coche, los electrodomésticos y una parcela en Cunit, lo resolvíamos firmando cientos de letras de cambio, con las cuales podríamos haber empapelado el piso.
Es lo mas parecido a haber tenido que pagar una hipoteca durante muchos años.

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