En mi sueño me veía rodando por una carretera, manchega ó andaluza, extremeña ó castellana, en la que en cada altozano se erguía la negra silueta del toro de Osborne.
En la feria de San Isidro de Madrid, hay programadas 40 corridas. Da igual que la mayoría no consigan ni un aprobado por la faena de los matadores ó la casta del cornúpeta. Lo importante es que no decaiga la fiesta.


En mi angustia onírica, aparecían toros en la bandera rojigualda que ondeaban enfervorizados seguidores de eventos deportivos y soldados descendiendo las escaleras del avión que los han transportado desde Iraq, envueltos orgullosamente con ella.
En un anuncio de TVE, puedes comprarte siete vídeos por 9,95, con los que empaparte de toros.
Es que aquí somos muy raros, siempre llevando la contraria, y para no ser menos amigos de los animales nos hemos sacado de las meninges el burro catalán, que por lo reciente de su salida a escena, todavía no ha traspasado las lindes catalanas. En cuanto se divulgue su estampa, ya veremos que opinan los taurófilos.
De momento vamos tirando con el Fòrum, el trambaix y la Carnabalona de Carlinhos Brown a ritmo de samba, llenando el Pº de Gracia con 400.000 entusiastas participantes del trepidante espectáculo musical, que no taurino.


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