30.1.04

Es un hermoso árbol al borde de un apacible estanque. En primavera han empezado a despuntar las primeras hojas llenas de vida y creciendo con inusitado vigor. Llegado el esplendor del verano, las miles de hojas hacen posible que al pié del árbol se disfrute de una sombra acogedora que nos defiende del implacable sol del estío. Ya avanzado el otoño, empiezan a caer las primeras hojas sobre el estanque y se mecen apaciblemente, con algún intervalo pasajero de lluvia ó viento.

En algún momento, se destacan en la orilla unos seres de ademán provocativo, mirada torva, intenciones abiertamente beligerantes, deseosos de apropiarse a toda costa de ese reducto que quieren dominar sea como sea. Llevan en sus bolsillos la artillería de que cada uno es señor y propietario. Unos la pluma de la prensa escrita, otros el micro de la radio, bastantes los redactores de los informativos de TV y los más temibles, los que dominan el poder absoluto de la economía y la política.
Como no les gusta ni el árbol, ni el estanque, ni la tranquilidad de ese paraje del que quieren apropiarse a toda costa, empiezan a lanzar su munición todos a una, rabiosamente y coordinados previamente para con su estrategia alcanzar su objetivo de dominio total.
Hay una hoja que empieza a sentirse inquieta ante tan inusitado ataque que le provoca una inseguridad en su entorno. La oleada provocada por tantos proyectiles, ante la que se halla indefensa , le hace gritar con indignación , no me van a manipular.
Las raíces de mi árbol, la hoja de mi vida y el estanque de mi paz interior, no quieren ser manipulados por los que siempre han querido sojuzgarnos y humillarnos desde su detestable pedestal invasor e intolerante.