15.1.04

Cuando tenía que utilizar el tranvía para mis desplazamientos, las líneas 23 y 64 eran las que más frecuentaba para mi trayecto desde la calle Aragón subiendo por Aribau, se desviaba en la Diagonal para subir por Muntaner hasta la plaza Bonanova. En alguna parada se subía un vendedor de diarios que voceaba con donaire y con prosa su mercancía, la SOLI, el CIERO, el DIARIO, el ONCE, la VANGUARDIA. El primero era Solidaridad Nacional, el segundo el Noticiero Universal, el tercero el Diario de Barcelona y el quinto la Vanguardia Española. En cuanto al cuarto, el Once, era una publicación deportiva, impresa en papel de color amarillo, precursora de los actuales diarios deportivos. También fue muy famosa la revista La Codorniz, con artículos audaces para personas inteligentes, en las que el periodista Del Arco y otros nos dejaban entrever su mensaje político-sibilino en la inolvidable Cárcel de Papel.
Un día leyendo ésta revista en el bar La Pansa de la Plaza España, hizo que me desplazara hasta la prisión Modelo de la calle Entenza para confirmar que era cierto ver a un cura sentado en la acera de enfrente, que había iniciado una huelga como protesta por unos juicios. Así fue como conocí a mosén Xirinacs.
En otra ocasión tuve que ir a suministrar a un cliente farmacéutico de la Colonia Bausili, en las casas baratas de Casa Antúnez y me encontré rodeado de todos los vecinos que no paraban de hablar de un escritor que allí vivía y había publicado un libro en que todos salían como protagonistas. Así fue como tuve la primera noticia de Francisco Candel y su libro DONDE LA CIUDAD CAMBIA SU NOMBRE.
Recuerdos fugaces de hace mucho tiempo que con el paso de los años van tejiendo la urdimbre del telar de nuestra existencia.




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