3.12.03

Durante la década de los sesenta todos arrimábamos el hombro para conseguir una mejor calidad de vida. Casi todo se compraba a plazos, el frigorífico, la televisión, el coche; incluso los primeros contestadores automáticos de telefónica.. En el almacén de Mariano Cubí teníamos dos líneas de teléfono con sus correspondientes aparatos de color negro. Esta novedad de poder dejar un mensaje a cualquier hora, influyó positivamente entre mi clientela que aumentaba de manera espectacular. Si hubiera podido tener los adelantos de hoy, seguro los habría incorporado inmediatamente. Ahora ya me cogen un poco a destiempo y no es fácil adaptarme a ellos. Quien se encarga de ponerme al corriente en la programación del vídeo ó de los misterios del ordenador, es mi hijo Virgil. Ya desde pequeño ha tenido mucha facilidad para desenvolverse con toda clase de máquinas electrónicas. Desde las máquinas del millón hasta montarme la weblog con su propaganda y enlaces. Con cinco ó seis años mientras se tumbaba en el suelo boca arriba para ver los programas de la tele y de paso se chupaba el dedo pulgar derecho, mientras con el índice izquierdo se rizaba el pelo y le preguntábamos si se había dormido, siempre contestaba que nó, que estaba pensando. Siempre he estado convencido que debiera haberse dedicado a cualquier actividad relacionada con la moderna tecnología. A ver si me haces caso, dame ese gusto, nunca es tarde para estudiar y mejorar en tu vida. Como es el pequeño de los cinco, tiene aún mucho futuro por delante. Yo continuaré aprendiendo como pueda, dejando la parte técnica y la de editor de éste diario a mi pequeño vástago Virgil, para quien deseo eterna SALUT I LLIBERTAT.

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