23.12.04

CAMINO SORIA



Son las 8 de una fría mañana prenavideña de 1962. Nos hemos dado cita en el portal de mi casa en Sarriá a escasos metros del colegio de los salesianos. Con una puntualidad inusual, aparece el 600 con mis tres íntimos amigos con los cuales vamos a iniciar el viaje hacia Soria, capital de provincia castellana desconocida para ellos, pero que atribuyen a la Siberia nacional.

En otro utilitario viajan mis padres y hermanos acompañados por la madre de uno de ellos. Enfilamos la N II en Esplugas y vamos recorriendo a velocidad punta de 80 km. por hora los 465 que nos separan de nuestro destino.

Free Image Hosting at www.ImageShack.usLas paradas a lo largo del recorrido son frecuentes, en Abrera para levantar el porrón de 2 litros con una sola mano, en el monumento al timbaler del Bruc, en la Panadella para desayunar un estupendo pà de pessic, en Fraga para comprar sus renombrados higos.
Habiendo cruzado los Monegros, hacemos una breve parada en el Hostal del Ciervo para tomar un aperitivo y hacernos la foto de ritual junto al vallado de los ciervos.

Después de una sabrosa pitanza en Zaragoza, reemprendemos la última etapa con las últimas horas del atardecer. Al llegar a Gallur nos desviamos a la izquierda para pasar por Magallón, Borja y Tarazona.
Con la noche cerrada cruzamos la divisoria Aragón-Castilla y en Matalebreras hacemos la última parada para entonar el cuerpo. La cellisca golpea con fuerza los ventanales y la temperatura exterior es de –2º.

Al cabo de catorce inenarrables horas, el viaje llega a su fin y tras la cálida acogida de toda la familia de mi futura esposa y una frugal cena en el hotel, me dispongo a descansar las últimas horas de soltero feliz y enamorado.

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