16.9.04

Enfrente de mi casa hay una pequeña plazoleta.








Tiene una fuente surtidor para aliviar la sed, un banco semicircular para descanso de fatigados viandantes, dos naranjos de hoja perenne que con su sombra alivian los rigores del verano. Todo esto sería ideal para disfrutarla como alternativa a la polución, el ruido constante de la circulación o los olores que emanan de los contenedores próximos a ella.

Pero en realidad su uso y disfrute lo acaparan individuos que con sus pintadas, una y otra vez, ensucian repetidamente cualquier centímetro disponible con incomprensibles garabatos y estúpidos mensajes.
También es punto de reunión al atardecer de un grupito de jóvenes entre 14 y 16 años, con indumentaria sumamente confusa, iniciando sus rituales primerizos de liar en papel engomado Smoking el consabido porro.

Alternando con ellos, otro grupo mas joven, alborota, grita, insulta y desafía. Lo que llama la atención es el peso exagerado para su edad. Imponen por su anchura que no por su estatura.
Que destino le espera a la humanidad con semejantes engendros que solo se alimentan de lo que ven en la tele, engullen lo que sea, lo quieren todo ahora.
No interesan las matemáticas ni la historia ni la ciencia. Es mas rápido apuntarse a un concurso de jóvenes cantantes








o a un casting de moradores de casas paradisíacas.








Sin educación, sin valores humanos, sin respeto a uno mismo ni al prójimo, vamos camino de una sociedad que no comparto ni me gusta, pero que por mi parte y de mi familia y amigos procuraremos conserve los mas elementales sentimientos de amor y respeto.

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