14.5.04

Uno de los platos por los que siento predilección, son los caracoles a la llauna. Pero tienen que ser los de Lleida, pequeños y el caparazón claro.










Un día que fuimos a hacer una calçotada a un pueblo de la Conca de Barberá, precisamente a Cal Travé de Solivella, en lugar de pedir como segundo carne, opté por una bandeja de caracoles. Nunca antes los había encontrado tan deliciosos como éstos.








Mientras daba buena cuenta de los calçots, veía como en la cocina de leña que ocupa una esquina del local, colocaban la bandeja de los caracoles para que fueran haciéndose con las brasas.
Es un restaurante, antiguamente era una fonda, con una decoración variada y sumamente acogedora, con múltiples objetos colgados de las paredes, armas, llaves, calentadores, relojes, radios, aperos de labranza y en la barra hasta sifones.

Y que voy a decir de la suculenta butifarra negra elaborada en Montblanc, como remate de éste inolvidable ágape.
Hemos vuelto varias veces, solo con la idea del mismo menú y de paso comprar el excelente vino que ésta casa embotella en su cava Sanstravé.

















Después es visita obligada a la medieval Montblanc, con sus magníficas murallas y las estrechas calles que aún conservan el señorío de siglos pasados.
Ya lo sabeis, si os gustan els cargols a la llauna, com a cal Trave, no n´hia res. Bon profit, buen provecho.

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